domingo, 25 de mayo de 2008


En este punto de mirar hacia atrás y recordar con nostalgia a algunos seres queridos que partieron hacia el abrazo clandestino de la muerte, podemos nada más que analizar desventuradamente que allí donde las fronteras del mundo se nos cierran en la cara es en donde encontramos un nuevo horizonte para entender la realidad en donde estamos inmersos. o ¿cómo pensar en la muerte sin pensar en vida? Allí donde la muerte nos presenta de oscuro, es en donde la vida no encuentra su fundamento cmo tal, pero sí es en donde el hombre encuentra un momento cumbre de reflexión existencial que lo pone de frente a aquello que espera y que tiene por fundamental a la hora de significar su existencia. En las palabras de Juan Ramón Jiménez: "Morir es solo mirar adentro, abrir la vida solamente adentro. Morir es ser un castillo inexpugnable para los vivos de la vida". Podemos entonces identificar una actitud frente a la muerte, la aceptación. Cuando se acepta aquello que es natural, se acepta la vida en todas sus connotaciones, en todas sus manifestaciones. Y la vida es eso, es un mirar hacia ese fenómeno reordenador de la incertidumbre del ocaso. Pero sin caer en un pensamiento que nos direccione hacia "el hombre es un ser para la muerte" en las palabras de Heidegger, no digamos esto sino que más bien el hombre es un ser para vivir la vida y para en la vida afrontar la muerte naturalmente con naturalidad. Por qué escribo sobre estas cosas, no lo sé, yo soy el único que sabe de esta página porque la cree así casi se me olvide la contraseña; seguramente me he acostado pensando en los preparativos de las cosas para mi muerte... En este trance de melancolía, tratando de aceptar una realidad a la cual temo profundamente por aparecer tan sencillamente escondida, pudiese hacer la salida olímpica del teorema de Gödel pero yo creo que es más sencillo y reconfortante hacer la opción por meditar la muerte, de pensar en ella como en una criatura que se mese en nuestros brazos y que en un inesperado momento nos mira al rostro y nos exhorta a morar con ella en los dominios de sus ojos ocres. Vida de muerte y muerte de vida: es el trance en el cual mesemos nuestros infortunados traseros, es la realidad genésica y generatriz de existencia, de momentum. Vive la muerte y espera en ella lo que ella misma deviene en tu ser, exactamente eso, nada. Nada más que eso. Pero continúa esperando, porque cuando nos saltamos este imperativo casi categórico es en el momento en el cual, sabiéndonos inespectantes, nos significamos una nimiedad insignificante y sin sentido. La muerte entonces nos significa, y más que enemiga de nuestra cerviz es maestra de vida

Exiextencialidad

La piedra azul por donde se va al ser,
era roja porque no era piedra;
màs por ahí se llega sin llegar...

viernes, 2 de mayo de 2008



Reconociendo la polillería

Cuando en 1728 se funda el pedrocheño español, don francisco Fernaández de Contreras según refiere el himno somos casta nobleza y honor. Qué polilla es todo hombre. -*:Mecanismo de proyección- Las pulsiones homosexuales son realidades de todo aquel que se digne tener un falo promedio, hiper o hipotrófico. En esta caracterización del hombre como ella, se puede afirmar según el instinto que nada es más grande en el hombre que su deseo por ser autereconocido y autoaceptado. Más la represión trófica* es un aliciente del profundo estado de degeneramiento en las impostaciones sensibles sentimentales que lo llevan a considerarse como un bicho alterno y por tanto como un ser austaeramente privado de emoción. Qué mierdero tan hijueputa... La polilla está en ti, reconócela, acéptala y ámala porque según From es el primer paso para ser feliz, ya que si la amas te amas querido amigo del género masculino. Homofóbico, qué pena decirtelo hay un polilla en ti. Y si quieres arranacarlo de ti arráncalo de tu impronta genética pues eres medio hembra XY dicen los libros y tu madre XX...ah qué pena tu pene es barita dulce que busca una flor de loto de una u otra forma y además si al enfrentarte a tu miedo de ser polilla, golpeas a aquel que lo es pues esto te hace más polilla y menos feliz. Chau

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